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miércoles, 30 de septiembre de 2015

(3ª parte) Pues al final ha sido que si.


Hace casi dos años escribí las dos primeras partes de este articulo por entregas, Me van a tener que operar, pues va a ser que no. En este tiempo, sobretodo el último año,  mi vida se estaba desperdiciando, el parkinson atacaba ya con una constancia que las medicinas no podían contrarrestar, el cuerpo se había acostumbrado a ellas.

Así es que pasadas las Navidades últimas en las que no pude salir de casa por falta de movilidad y equilibrio, fui a ver a mi neuróloga a ver que se podía hacer, me reitero que no había una varita mágica y como desde hacía unos 10 años me venía advirtiendo, la única solución que me quedaba era la operación. Ese día vi claro que había llegado el momento del que por mi cobardía había querido siempre huir. Y empecé  con el proceso de mentalización.

Voy a tratar de contar mi experiencia para compartirla con los que me leéis habitualmente y para que llegue a personas que se tengan que enfrentar a esta operación, para que se  animen, la conozcan y vean que con positividad se puede conseguir casi todo.

Lo primero quiero dar las gracias a la neurocirujana que me opero durante 7 horas la doctora  Marta del Álamo  y a todo su equipo de neurocirugía del Hospital Ramon y Cajal de Madrid.

Hubo un hecho previo a la operación que la hizo retrasarse varios meses, me debían realizar una resonancia magnética para establecer el  “mapa” de mi cerebro y conocer las coordenadas de los puntos a donde tenían que llegar los electrodos que me debían implantar.

La sorpresa fue que cuando me fui a hacer la resonancia en el hospital, no entraba en la máquina, mis hombros eran más anchos que el hueco de la máquina, y tras dos intentos en los que casi me quedo atascado y tienen que venir los bomberos a sacarme, los operarios desistieron y me tuvieron que derivar a otro hospital donde hubiese una maquina con un agujero de mi talla.  

Salvado este impedimento, ingrese el dia 10 de septiembre en el hospital para hacerme el preoperatorio con vistas a operarme el dia 14, durante todo el verano que no pude salir prácticamente de mi casa siguió el proceso de mentalización, dándome cuenta que tenía poco que perder ya que el parkinson me había robado ya toda la capacidad de vivir y la operación me la podía devolver.

Los últimos dos días previos a la operación coincidentes con un fin de semana fueron bastante angustiosos, y fueron mitigados por las visitas de ánimo de familiares y amigos.

Llego el día 14 y me vino a buscar un celador que me llevo al quirófano en mi cama compañera inseparable durante los días que permanecí en el hospital.

Cuando llegue a una sala previa al quirófano vi un montón de personas vestidas de verde esperándome ya que era el  artista invitado del día.

Y empezó el show, me senté en una silla de  ruedas para que me hiciesen un trabajo previo y fundamental para la operación, habían que establecer el origen de coordenadas para referenciar la famosa resonancia magnética con el  “mapa” de mi cerebro.

Pues esto que suena tan técnico y teórico se resuelve colocándote una corona de acero, bastante pesada por cierto, atornillada en cuatro puntos a la cabeza, dos puntos en la frente y otros dos en la parte posterior de la cabeza, pinchándote previamente al lado anestesia local como cuando vas al dentista. Antes de colocarte los 4  tornillos te sujetan la corona con unos ganchos al interior de los oídos, para empezar a tener puntos fijos, el dolor en los oídos es tal que ya poco importa que te lo atornillen a la cabeza.   

Llegado este punto y con la corona atornillada a la cabeza pareciendo darth vader de la guerra de las galaxias, me pasean en la silla de ruedas para ir a hacerme un scanner que junto con la resonancia previa y mediante un programa informático  establezcan el fundamental origen de coordenadas de mi cerebro.

 De vuelta al quirófano ya me tumbo en la mesa de operaciones que luego se incorpora quedándome sentado como  Alien en su nave espacial en la película del 8ºpasajero. Ya estoy preparado, me ponen la sonda para orinar y me empiezan a buscar las venas los anestesistas y como siempre que las van a pinchar, o desaparecen, o se han quedado en la habitación esperando a que pase todo, por suerte una de las anestesistas encuentra una vena en la mano derecha y la pincha y me puede colocar una vía, que alivio solucionado uno  de los problemas que más me preocupaban.

Oigo la dosificación que me van a poner a los anestesistas y me la ponen y pierdo la consciencia, no sé cuánto tiempo estuve así porque tengo la sensación de haber sentido sin dolor como me hacían los dos trépanos o taladros del cráneo.

 Cuando volvió la consciencia recuerdo que me pregunto una de las doctoras del equipo los días de la semana y los meses del año y yo los dije, salvo un momento en el que se me torció la boca y los ojos y me quede con un habla gangoso, rápidamente corrigieron la posición del electrodo , para eso me necesitaban consciente para que pudiese decir que estaban “apretando la tuerca adecuada”, no sé cuánto tiempo estuve en esa situación de consciencia sedada pero si sé que podía ver a los miembros del equipo alrededor mío, grabando la operación en video y oír conversaciones algunas simpáticas, como cuando pedía la neurocirujana el destornillador en vez del bisturí que parecería más apropiado. 

Y otras intranquilizantes como cuando oí este electrodo no funciona , la vaina si vale , pero dame otro de la caja alguien pregunto cuántos hay y yo pensé , se habrán traído suficientes, otra cosa  que oía era prueba el canal 1 , el canal 2 , el canal 3 y oía un monitor con un ruido de pantalla con nieve como las antiguas televisiones en blanco y negro, de vez en cuando decía que estaba cansado era como si me estuviesen apaleando, pero me debían poner más  anestesia y volvía a aguantar, también me ayudo pedir a Dios que me diese fuerzas para aguantarlo y acordarme de mi padre que hacía unos meses que había fallecido después de 15 ingresos hospitalarios el último año de su vida con el sufrimiento y dolores que tuvo que soportar siempre sin quejarse y que me sirvió de ejemplo  como una  de sus últimas enseñanzas.

Finalmente en ese estado de semi consciencia note como me cosían la neurocirujana y uno de sus ayudantes, los dos a la  vez,  uno cada uno, los dos agujeros de los trépanos, pero sin sentir dolor, sintiendo las puntadas y el correr del hilo por la carne.  

Y en esas me quede dormido y desperté en un pasillo rodeado de gente que me hablaba y me conducían a la uci donde pase un día.

Y esto es todo lo que recuerdo de las 7 horas, me parece poco, seguro que ocurrieron más cosas de las que mi estado de semi consciencia no se enteró porque el hecho es que las doctoras me dijeron que me había portado muy bien en la operación y yo tenía, y se lo había advertido, bastante miedo a la angustia que me podía producir la operación, la conclusión es que si yo he podido soportar la situación cualquiera que sea una pizca más valiente que yo ante la sangre y las agujas lo podrá soportar igualmente y los beneficios que se derivan de la operación merecen el esfuerzo.

Ahora a esperar que pasen los meses y me vayan ajustando la medicación y el efecto de la estimulación de los electrodos, y esto me dé de nuevo la movilidad necesaria para disfrutar de la vida.   

Antes:







Despues